José Alfredo Espinoza parece caminar crucificado por las calles polvorientas del pueblo. Sobre él recae el peso de que su familia pueda tomar agua, bañarse y comer. Esa es su cruz. No tiene dinero ni trabajo. La sequía flageló la tierra y las plantas. Con el sol de la tarde que evapora hasta los pensamientos, cruza el rancho con un palo sobre sus espaldas en el que lleva amarradas una cubeta de cada lado. Acarrea agua porque desde hace seis meses no sale ni gota de la llave de la casa. Decenas de personas ya escaparon de esas carencias y la crisis apenas empieza.
Ubicado a poco más de 90 kilómetros al noreste de la ciudad de Durango, el poblado Santa Catalina de Siena es el ejemplo más claro de la catástrofe. Al menos una docena de familias prefirieron escapar de la pobreza, ocasionada por las míseras lluvias que cayeron en el último año y que sólo sirvieron para regar las esperanzas de los habitantes de todo el municipio de Guadalupe Victoria, quienes vieron cómo las plantas de maíz y frijol se secaron junto con su futuro. Algunas familias que siguen en Santa Catalina, sobreviven con el salario de las casi 30 mujeres que diariamente viajan a la cabecera municipal para trabajar como empleadas domésticas, a cambio de 80 pesos por semana.
"Agua siempre ha faltado. Pero nunca nos había tocado que a estas fechas de octubre, la presa estuviera seca. Otros años hasta se desborda y los arroyos llevan mucha agua. Ahora apenas tenemos para tomar", dijo José Alfredo mientras caminaba con sus cubetas para agarrar agua del tanque de 20 mil litros que el Gobierno del Estado instaló en Santa Catalina, para que los habitantes se repartan de a seis cubetas por casa. Pero es tanta la necesidad, que el tanque lo pusieron un jueves y para el sábado estaba vacío.
Con seis cubetas, los cuatro integrantes de la familia de José Alfredo tienen que bañarse, lavar la ropa, lavar trastes, trapear, hacer de comer y usarla para el excusado. Hace unos tres meses que en gran parte de Santa Catalina se instaló la red de drenaje, lo que podría convertirse también en un factor de riesgo porque no hay agua potable para que los desechos corran por las tuberías. Los pobladores se quejan de que, por las tardes, con el calor se "aviva" la pestilencia.
José Alfredo tiene la piel curtida por el sol, espalda ancha por el duro trabajo, ojos rasgados y el bolsillo vacío por la sequía. Con la frustración atorada en la garganta y la mirada hacia los sembradíos que no se lograron, admitió que ha pensado seriamente en abandonar Santa Catalina de Siena, como ya lo han hecho varios de sus vecinos. "A qué nos quedamos si no hay trabajo, si no hay de comer y si no tenemos agua".
Según los registros oficiales, en los cuatro meses que duró la temporada de lluvias cayó apenas el 30 por ciento del promedio anual de precipitaciones. Una catástrofe para un poblado como Santa Catalina de Siena y para un municipio como Guadalupe Victoria, cuya principal actividad económica se basa en la agricultura. María Soledad Alvarado, presidenta de la Junta Municipal, calcula que el 90 por ciento de las familias del pueblo viven de la siembra de maíz y frijol. Pero en el mejor de los casos, los productores apenas alcanzaron a cultivar para el consumo propio. A ver para cuánto tiempo les alcanza.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) advirtió que las lluvias durante el invierno serán escasas. Eso lo sabe José Alfredo, por eso habla tan serio cuando se refiere a abandonar el pueblo. Voltea a ver a su esposa y a su hija de seis años, ambas de una piel blanca poco usual en Santa Catalina. "La presa grande (Los Temporales) también se está secando, no va a haber agua para los cultivos de riego. O sea que no va a haber trabajo por lo menos de aquí a julio del próximo año. No sé qué vamos a hacer porque esto apenas es el principio".
Búsqueda Si la situación no es más grave en Santa Catalina, es porque la mayor parte de los pobladores tienen camionetas para acarrear tambos llenos de agua para sus casas. Así tengan que ir por ella hasta otros ranchos. Pero aunque tengan acceso al agua, la magnitud de la sequía se recrudece con la falta de trabajo y de alimento para el ganado en la región. "Hay familias que dedicaron años a criar sus cuatro o cinco vacas, pero en estas condiciones tener ganado es una carga; no hay para darles de comer y lo único que va a pasar es que se les van a morir. Están vendiendo sus vacas hasta a cinco pesos el kilo", dijo María Soledad.
El éxodo de Santa Catalina representa otro problema que las autoridades deben empezar a prever en términos generales. Las personas que dejaron ese poblado, se trasladaron principalmente a Guadalupe Victoria y la ciudad de Durango en busca de algún trabajo que les dé para alimentar a su familia. El problema es que la migración podría multiplicarse en las próximas semanas o meses, por la falta de comida y dinero. "Cuando estuvo el gobernador acá dijo que iban a abrir una maquiladora aquí en Victoria; pero imagínese, van a emplear a 800 personas y ya hay mil solicitudes. Qué vamos a hacer los demás, de qué vamos a vivir en todo este tiempo", dijo José Alfredo.
El diputado local por el distrito que incluye a Guadalupe Victoria, Marcial Saúl García Abraham, advirtió que la situación por la que atraviesa a Santa Catalina no es exclusiva de ese poblado, sino que se extiende cuando menos a otras cinco localidades y que, de no ofrecer oportunidades de empleo y alimentación a las personas afectadas, la situación detonará en una migración masiva a las grandes urbes del estado con todo y los "cinturones" de miseria que esto implicaría.
"La gente va a empezar a migrar sin rumbo en busca de poder alimentar a sus hijos, a sus familias (…) Lo que estamos viviendo hoy en Durango no tiene precedentes. Viví algunos años de sequía que no son nada comparables: 1980 fue año difícil, igual que 1957; pero nada comparado con esto que estamos pasando, porque nuestra gente hacía lo que está haciendo ahora: emigraban a otras ciudades. Pero ahora no hay garantías de que vayan a encontrar empleo, ni siquiera en Estados Unidos que era un recurso que siempre resultaba", agregó García Abraham.
Caminar por Santa Catalina es llenarse los zapatos y la ropa de polvo, conocer sus casas de adobe y saludar a sus viejitos que se juntan en las esquinas bajo la sombra. Es inevitable ser atraído por la hacienda donde vivió la actriz Dolores del Río. El porvenir es el único que se nubla para los habitantes de ese pueblo de tierra seca, cuyos habitantes ya ni recuerdan cuándo fue la última vez que llovió. Su principal fuente de suministro de agua es la presa "chica", como la llaman ellos, pero que ahora está convertida apenas un charco pestilente del que hasta las truchas se salen para morir bajo los rayos del sol. Un coyote merodea la cortina de la presa; esto debe preocupar a la gente de Santa Catalina, pues hay apenas un kilómetro de distancia con la presa. Y la inquietud no es por la distancia de la presa, sino por la proximidad del coyote que, ante la falta de agua, carece de alimento allá en el monte. Al grado de perder el miedo para acercarse a los linderos del pueblo para buscar comida.
Algo parecido es lo que teme la presidenta de la Junta Municipal. "Aquí no se pierde nada. Uno puede dejar la bicicleta afuera y ahí amanece; pero eso es ahorita". Sabe que la desesperación puede llevar a la gente a buscar cualquier fuente de ingreso económico. El también legislador Aleonso Palacio Jáquez, representante en el Congreso del Estado por los municipios de Cuencamé, Pánuco de Coronado y Peñón Blanco, todos con declaratoria de sequía por parte de la Conagua, coincidió en que existe migración de las localidades que están en crisis y que las condiciones se pueden agravar conforme pase el tiempo y se agote el alimento.
"Se puede agravar también la cuestión de la inseguridad. Nadie va a querer que un ser querido se muera de hambre, tendrán que buscar la manera de darle alimento a costa de lo que sea", señaló Palacio Jáquez.
La memoria de José Alfredo no alcanza a encontrar días tan difíciles como los que se viven ahora en su tierra. Mientras que en la capital duranguense hay políticos que sostienen que la situación de Durango aún no es catastrófica, la gente de Santa Catalina de Siena los invita a que vivan una semana en el poblado para que comprueben que tener agua, es un lujo.
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