martes, 19 de julio de 2011

El verde es muerte

Por: Juan M. Cárdenas / publicado el 8 de julio del 2011 en El Siglo De Durango / Durango, Dgo.

Desde que escuchó las primeras voces y gritos entre la penumbra y el bosque, María del Carmen Ramos supo que algo malo pasaría. La certeza la alcanzó junto con los dos primeros balazos que le mordieron la carne y le tumbaron la esperanza. Corrió para esconderse y en eso le pegaron otro tiro en la pierna. Adentro de la camioneta se quedó su hermana, a quien inicialmente creyó desmayada del susto; más tarde entendería que estaba muerta.

"¡No disparen, hay niños!", gritaron los tripulantes de esa camioneta Nitro que terminó hecha coladera. Los soldados dejaron de disparar cuando vieron a Carmen cargando a su hijo Gael de tres meses de edad, y confirmaron su error cuando cuando vieron el gran pedazo de carne colgando de la pantorilla del bebé.

FESTEJO Y MIEDO
Las escuelas del poblado Regocijo celebraron el lunes 4 de julio la salida de los alumnos de preescolar, primaria y secundaria; como tradicionalmente ocurre, las tres escuelas se juntaron para organizar el festival y luego siguieron las comidas que en cada casa se prepararon en honor de los graduados. Ahí estuvo María del Carmen junto con Gael, su hermana María Guadalupe Ramos Ruiz, su cuñada Rosario y dos sobrinos de 15 y dos años de edad. 

Entre el aroma de guisos y la fiesta de graduación, las horas transcurrieron hasta cerca del ocaso; entonces la preocupación de las hermanas Ramos Ruiz se centró en buscar "raid" de regreso a la ciudad de Durango. Un conductor de una camioneta tipo Nitro se ofreció a traerlos a todos. Tomaron la carretera Mazatlán-Durango.

Apenas llegaron a Navíos cuando la camioneta se detuvo. Ernesto, un adolescente de 15 años de edad que acompañaba a Guadalupe y a Carmen, sus tías, bajó para orinar; la oscuridad de la noche envolvía al restaurante Los Pinos. En la carretera no había barricada ni señalamientos ni luces. Nada que indicara la presencia de militares en el sitio. En cuestión de segundos, así como suelen pasar las malditas desgracias, todo se volvió un caos.

"Tú sales por aquel lado, yo me quedo acá", gritó alguien entre la noche. Pum pum pum. Empezaron a escucharse disparos. Hubo más gritos. Entonces el conductor de la Nitro, cuyo nombre ni siquiera se sabe, clamó a los agresores que no dispararan porque traía a mujeres y niños, como si sus palabras pudieran desviar las balas y blindar el cuerpo.

El chofer aceleró. Alguien le pidió que acelerara. Entonces las balas le destrozaron las llantas. Ahí fue cuando casi todos se bajaron para ir a esconderse entre la noche y los árboles de la Sierra Madre Occidental. La puerta del lado del copiloto no se abría, Carmen no podía abrirla; ya tenía dos balazos, en el muslo y la espalda. Al voltear a su lado izquierdo, en medio del conductor y ella, vio que su hermana Guadalupe estaba inconsciente. La movió para decirle que reaccionara, que tenían que bajar de la camioneta y esconderse. Por fin logró abrir la puerta y corrió cargando a Gael. En eso se le incrustó otro trozo de plomo en el muslo y ya no pudo correr.

Se refugió atrás de un tambo de basura y Gael soltó un llanto estridente como Carmen nunca lo había escuchado. No sabía por qué lloraba así, hasta que sintió una masa de carne sobre sus manos; al revisarlo, se percató de que otra bala dirigida a la vida del bebé le había destrozado la pantorrilla izquierda y se la dejó colgando.

Entonces Carmen fue la que pidió que ya no dispararan, que su hijo estaba herido, que había más familias. Cesaron los disparos. Al asomarse, alcanzó a distinguir cuatro mastodontes Hummers del Ejército Mexicano. Los soldados se acercaron para revisar al niño. A la distancia, Carmen distinguió a su hermana que seguía con la cabeza inclinada. En tono suplicante le pidió a los militares que despertaran a Guadalupe porque se había desmayado del susto, pero ni caso le hicieron: ya sabían que había fallecido.
Cuando los soldados se percataron del estado de salud del bebé y de Carmen, de inmediato dispusieron lo necesario para trasladarlos a la ciudad de Durango a recibir atención médica. En el trayecto siguió pidiendo a los militares que regresaran por Guadalupe, mientras se limpiaba las lágrimas confundidas con las gotas de lluvia que le cayeron junto con los disparos. El ingreso a la clínica 1 del IMSS se registró aproximadamente a las 23:30 horas.

Mientras que Carmen y Gael eran hospitalizados, Alfredo Hernández, esposo y padre de las víctimas, los esperaba en casa de uno de sus tíos en la colonia IV Centenario. Al día siguiente se irían a San José de la Vinata, poblado en el que Alfredo trabaja en un aserradero y donde Carmen es ama de casa.

EL LIMBO
El vicefiscal general del Estado, Alejandro Moreno Valadez, declaró al día siguiente a algunos medios de comunicación locales que el reporte proporcionado por la Décima Zona Militar fue de un enfrentamiento en el que Carmen, Guadalupe, Gael y sus demás acompañantes quedaron en fuego cruzado. Dijo además que hubo cinco personas detenidas y armas aseguradas.

Resaltó sobre todo que al agente del Ministerio Público se le permitió ingresar a la zona del ataque hasta las 7:00 horas del martes. La duda que agobia a los familiares de las víctimas es: ¿qué pasó desde la medianoche hasta la mañana del martes?

La pesadilla se aferró a Carmen. A pesar de que inicialmente el personal militar que acudió a revisar su estado de salud y el de Gael reconoció el error al dispararles, asegurándoles que no era la camioneta que esperaban, horas después se retractaron y sostuvieron la versión del enfrentamiento.

El nudo de la historia se armó el miércoles cuando quién sabe a qué autoridad se le ocurrió decir que Carmen tenía una orden de aprehensión, que le encontraron armas y granadas de fragmentación, que estaba en calidad de detenida y a disposición de la Procuraduría General de la República (PGR) "por delitos contra la salud", como declaró el delegado estatal Francisco Cabrera Oliver.

La familia se dividió. Mientras Carmen se recuperaba en el IMSS acompañada de su esposo Alfredo, otros sobrinos, hermanos, padres y amigos velaban a María Guadalupe en la funeraria. Las lágrimas eran de dolor y coraje. Exigieron justicia por los heridos y por la fallecida, pero sobre todo por lo inconcebible de que les "sembraran" armas e inventaran la historia del fuego cruzado.

Ante la situación legal de Carmen, el Ejército buscó deslindarse de los gastos médicos generados por la hospitalización de madre e hijo, porque no son derechohabientes. El costo diario es de 60 mil pesos por los dos, más los gastos extras generados por material, medicinas y las operaciones necesarias.

Esta historia fue contada por el propio Alfredo Hernández, esposo de Carmen, quien a sus 17 años ya sintió el tormento de ver amenazada la vida de su pareja y el futuro de su bebé. Ayer estuvo más animado: Carmen ya no está detenida y su salud mejora. Además de que Gael se encuentra estable, aunque se espera la evolución de su pierna para saber si tendrán que hacer alguna reconstrucción.

-¿Qué sige una vez que ya no hay imputación sobre Carmen?
"Demandar a los soldados. Es lo que vamos a hacer".

El Siglo de Durango buscó conocer la versión de la Décima Zona Militar; sin embargo, los soldados afirmaron que no se encontraba el responsable de dar la información. La Fiscalía General del Estado se deslindó del caso y la PGR se concretó a afirmar que colabora en las investigaciones.
 

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